Las flatulencias se componen básicamente de nitrógeno, hidrógeno, dióxido de carbono, metano y oxigeno y las producen las bacterias que anidan en nuestro intestino.
En el proceso digestivo intervienen muchos elementos. La saliva contiene unas enzimas que son las que comienzan con la digestión; de la boca, la comida (ya comprimida) pasa al esófago y de éste al estómago, donde se mezcla con acido clorhídrico. Ahí comienza la descomposición de los alimentos (principalmente proteínas).
Del estómago va al intestino delgado. Allí la bilis (producida por el hígado) ayuda a la absorción de las grasas y las lipasas (creadas por el páncreas) las trasforma en ácidos grasos y glicerina. Es en el intestino delgado donde se absorben la mayor cantidad de nutrientes, que pasan al sistema circulatorio y linfático.
Después los alimentos se trasladan al intestino grueso, lugar en el que se absorbe el agua y se almacenan las heces. Aquí es donde se forman los gases. Las bacterias del intestino se alimentan de las sustancias que aún no han sido digeridas del todo (principalmente azúcares, lácteos y almidón) y terminan por descomponerlas. En este proceso sueltan los gases que se convertirán en ventosidades.
El olor proviene de algunos de los constituyentes que se producen al romperse las proteínas como el ácido butírico, sulfuro de hidrógeno, disulfuro de carbono. El sonido (que puede variar en función de la contracción del músculo del esfínter, la velocidad, grasa corporal etc…) es producto de la vibración de la apertura anal.
Foto: Salud Pasión
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