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al-Qal’a al-hamra

Alhambra

Situada en la colina de Al Sabika, desde la que domina la ciudad y la vega granadina, se encuentra la Alhambra de Granada. Su nombre, según algunos, se debe a su creador Mohamed ben Al-Hamar. Otros, sin embargo, opinan que es fruto del fulgor de las hachas y el reflejo de las antorchas que se usaban de noche durante su construcción, aunque lo más probable es que aluda al color rojizo de sus muros.

Del esplendor de la fortaleza roja en el siglo XIX apenas quedaba nada. Abandonada a su suerte en el siglo anterior (mantenerla resultaba muy costoso para la maltrecha economía de la Corona) y víctima de la voladura de una parte de la fortaleza durante la Guerra de Independencia, la Alhambra languidecía moribunda. Habitada por gitanos y familias pobres de Granada, se convirtió por fortuna en alojamiento de viajeros extranjeros que, llevados por el romanticismo, se adentraron en su vientre y a través de sus historias hicieron resurgir la belleza del palacio.

Entre los más ilustres se encontraba Washington Irving.

Washington Irving está considerado como el primer hispanista de su país (USA). Al parecer, desde su infancia sintió fascinación por España, su historia, sus costumbres, sus gentes y por el sabor árabe oriental que impregnaba la Península. Así que no ha de extrañar que cuando en 1826 el embajador de los Estados Unidos en Madrid le ofreciese traducir la Historia sobre Colón de Martín Fernández de Navarrete, recién publicada, aceptase.

A partir de ese momento, sus lazos con España se intensificaron. De su historia de amor con nuestro país nacerían obras como Colón (1828), La Conquista de Granada (1829) y Vida y viajes de Cristóbal Colón (1831) y de su amor intenso por Granada, Los Cuentos de la Alhambra (1832).

Visitó la ciudad por primera vez en 1828, mas es en 1829 cuando se instala durante tres meses en los Palacios Nazaríes, primero en la planta superior del Palacio de Comares y más tarde en las habitaciones del Emperador, conocidas como Salas de las Frutas. Vivir en la Alhambra, convivir con sus hijos, lo alimentó de historias, leyendas populares pertenecientes a la tradición oral, que unidas a sus propias vivencias (diarias y de sus viajes) conformarían el libro de Los Cuentos de la Alhambra. En él aparecen historias como la leyenda de las tres hermosas princesas, que fueron encerradas en una torre para que no se enamorasen, o La Torre de las Infantas, llamada así -según la tradición- por haber sido la morada de las hijas de los reyes moros.

La Alhambra regaló a Irving inspiración, conocimiento e incluso descanso (él mismo dijo que jamás había dormido tan placenteramente como lo hizo durante su estancia en Granada). A cambio Irving la sacó del olvido, la paseó por el mundo a través de su libro e hizo que se tomase conciencia de la importancia que tenía dentro de la historia de nuestro arte y nuestra cultura. Es más, fue él el que, viendo horrorizado cómo la gente destrozaba paredes y yeserías simplemente por dejar su nombre capturado en la pared, regaló un álbum para que estamparan allí su firma. Este álbum comienza en 1829 con el autógrafo de Irving y termina en 1872, y hoy en día se guarda con otros tomos que le sucedieron con firmas tan ilustres como la de Matisse, Lorca….

Mohamed ben Al-Hamar: Mohamed I conocido como el Rojo por la coloración roja de su barba.

Se instala en la Alhambra: Le alquila a la Tía Antonia (Antonia Sabonea más conocida como la Reina Coquina) las habitaciones donde comenzaría a escribir sus cuentos.

Hijos de la Alhambra: Cuando Irving conoció a Mateo Jiménez, su guía, criado, su cuenta cuentos y habitante de la Alhambra, le preguntó: ¿Conoce usted este sitio? A lo que Mateo respondió: Ninguno mejor que yo; soy hijo de la Alhambra.

Referencia: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cuentos-de-la-alhambra–0/html/

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