En el mundo existen 22.000 especies de abejas, todas ellas con unos rasgos comunes: dos pares de alas, dos antenas (órganos del olfato), un cuerpo cubierto de pelitos plumosos, carga electrostática (es la que hace que el polen se adhiera a su cuerpo) y un estómago especial para el néctar.
Aunque nos parezca extraño, las abejas son una evolución de las avispas, que terminaron por alimentarse únicamente del polen que encontraban, en un primer momento, impregnado en sus presas.
Estos insectos viven en sociedades jerarquizadas en las que cada una tiene un rol.
– La abeja reina: suele vivir unos 3 años y es la única hembra fértil de toda la colmena.
– Los zánganos: son las abejas macho, no trabajan, su única función es fecundar a la reina; después de hacerlo, mueren.
– Las obreras: viven de promedio 3 meses y son las únicas que trabajan.
Esta últimas, hasta los 21 días son obreras de interior: es decir, se dedican a limpiar y construir paneles de cera, alimentar a las larvas, almacenar el alimento que se trae, cuidar de que no entren intrusos y a deshidratar el néctar. A partir de los 21 días se convierten en abejas de exterior y se encargan de recolectar el alimento, ya sea néctar, polen, propóleo o agua. Su aguijón está unido al aparato reproductor donde se encuentra el veneno. Cuando te pican su aparato reproductor y digestivo quedan unidos a la picadura y por eso mueren.
Debéis saber que las abejas son los polinizadores más importantes de las plantas con flores. Muchos de los alimentos humanos están polinizados por abejas así que, antes de matar alguna, piensa en cómo sería el mundo sin flores y sin algunos de los manjares que de ellas crecen.
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