No está claro cuándo o dónde se comienzan a realizar churros. Algunos sostienen que su origen se encuentra en China (los churros tienen gran semejanza con el youtiao o palos fritos de pan), que fueron los comerciantes portugueses los primeros que los probaron y que ellos mismos los recrearon en la península. Otros se inclinan a pensar que, nuevamente, el encuentro de esas tres culturas que durante un tiempo convivieron en nuestro territorio dio lugar y origen al rey del desayuno.
El mestizaje cultural que se produjo entre moriscos, judíos y cristianos, el intercambio de costumbres y recetas, que terminan por hacerse propias, es la semilla que termina por florecer en forma de churro. La base de la masa de los churros la encontramos en los buñuelos moriscos y las zalabiyyas judías. Los ingredientes y la receta para la realización de todos ellos son prácticamente los mismos. De hecho en el Líbano y algunas zonas del Magreb existe una especie de churros hechos a mano y sin estrías que suelen tomar en algunas fiestas.
Otras fuentes, sin embargo, aseguran que fueron los pastores los que popularizaron el uso del churro y que su nombre proviene de las ovejas churras. Ellos, hombres de campo, aislados en terrenos montañosos e inhóspitos, sin acceso al pan fresco, y a un horno donde hornearlo, decidieron freír esta masa para que fuese su pan.
Sea como fuere, los churros son un complemento perfecto para el café y el chocolate, el desayuno o la merienda.
Zalabiyya: masa de harina fermentada con forma de rosca o lazo que se freía en aceite.
Buñuelo: masa de harina que se fríe en aceite, que se puede mezclar con agua, leche, huevo o levadura y al que se puede incorporar un relleno dulce o salado.
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