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Mentir, mentiroso, mentidero

Crispin y Scapin

Ni imaginar pudieran las gentes del siglo XVI cómo cambiaría Madrid con el paso del tiempo. En esa época la ciudad no era más que una pequeña villa, y los siglos la vieron crecer hasta convertirse en el monstruo actual.

En cualquier momento de la historia, los chismes y rumores han formado parte de la sociedad. Actualmente se difunden en programas y prensa rosa, aunque también las revistas y periódicos satisfacen el hambre que sentimos por conocer los devenires de las vidas ajenas. Durante el periodo de los Austrias, en la Villa de Madrid había lugares específicos en los que los rumores y los chismes se esparcían, corrían como la pólvora; eran los mentideros.

Mentidero viene de mentir – dero, que significa lugar donde se reúne gente para conversar y en muchos casos esparcir bulos, aunque bien podría venir de mentar, hablar de algo o alguien. Eran tres los principales mentideros de la Villa, y se acudía a uno u otro dependiendo de la especialidad de los chismes que se difundían en cada uno.

Hasta bien entrado el siglo XIX, en la calle León, cerca de los Corrales de la Pacheca, Burguillos y de la Cruz, se encontraba el Mentidero de los Representantes. Dada su ubicación, en él se reunían actores, autores, productores, poetas, proto-poetas…

Muchos de los grandes autores de nuestra literatura fijaron su residencia en las cercanías para estar al tanto de todos los dimes y diretes. Por allí vivían Cervantes, Lope, Quevedo y Tirso. También Góngora hasta que Quevedo compró la casa que ocupaba y le echó de ella. Es curioso que Lope muriese en la calle Cantarrana, hoy llamada calle Cervantes, y Góngora en la calle del Niño, hoy llamada calle Quevedo y digo que es curioso porque  es bien sabido que  Lope y Cervantes no se estimaban y Quevedo y Góngora eran enemigos acérrimos. También en épocas posteriores otros muchos autores eligieron esta zona para vivir por idénticos motivos.

En el Mentidero de los Representantes se aireaban amoríos y enredos, se aplaudían o criticaban obras, se comentaban las comedias, se lanzaban cuchillos envenenados oralmente o por escrito. También allí buscaban los productores obras que llevar al teatro y los actores papel que interpretar. En definitiva, todo lo relacionado con el mundo de la farándula pasaba por allí.

Pero quizá el mentidero más popular de la capital fueran las Gradas de San Felipe el Real. Su inmejorable situación, ya que se encontraban en la calle Mayor esquina Esparteros, en la misma Puerta del Sol, hacían de ellas un paso obligado para cualquier madrileño, y era un excelente balcón con vistas desde el que dejarse ver y observar. En él se concentraban soldados, compradores y vendedores, escritores, paseantes y mucho desocupado con la intención de, entre otras cosas, obtener de primera mano noticias de otros lugares del Imperio. Sentados en aquellas escaleras del convento de San Felipe, lanzaban rumores, intercambiaban opiniones, noticias y secretos, y propagaban alguna que otra calumnia que en ocasiones acabó con alguna que otra reputación.

Aquel mentidero también fue testigo de acontecimientos que convulsionaron Madrid como el asesinato del conde de Villamediana, que dio lugar a todo tipo de conjeturas.

No tan concurrido pero también muy conocido fue el Mentidero de Las Losas de Palacio. Situado en la explanada de la parte delantera del Real Alcázar, era lugar de reunión de los funcionarios de palacio y de aquellos que buscaban favores o concesiones del gobierno. En él se movían todo tipo de rumores políticos y militares y también se reclutaban soldados para la luchar en la guerra de Flandes.

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