Siempre que pensamos en la conquista del Oeste, nos viene a la cabeza la lucha entre indios y vaqueros. Y en esa imagen también deberían estar los primeros que se enfrentaron a los indios, los españoles que exploraron, conquistaron y colonizaron aquellas tierras.
Tras la caída de Tenochtitlan en 1521, España comienza a dominar toda la tierra que hoy ocupa el actual México. Posteriores expediciones y campañas militares posibilitarán la ampliación del territorio ya conocido como Virreinato de Nueva España.
Con los años, la longitud de la línea fronteriza fue en ascenso. Tanto es así que la frontera norte llegó a tener una extensión de 3000 km, de Florida a California. Tal amplitud de terreno, unida a los constantes ataques de las tribus de indios nómadas, llevó a los españoles a construir una línea de fortalezas con torres artilladas. Su misión era resguardar y proteger a la población de la zona (haciendas, misiones y tribus aliadas de nativos) contra indios, ingleses, franceses o cualquier otro enemigo del imperio, y también apoyar a los destacamentos militares y controlar de la frontera.
Estos fortines, llamados presidios, estaban custodiados por las tropas presidiales o Dragones de cuera. Eran unos 100-200 hombres que formaron una unidad del ejército, que hoy considerariaríamos de élite, capaz de aclimatarse al medio y al modo de lucha de los indígenas.
El ingreso en los dragones era voluntario pero se debía permanecer en su servicio 10 años. Si en un primer momento estuvo básicamente formada por españoles peninsulares, con el tiempo estos defensores del lejano oeste se convirtieron en criollos, mestizos e indígenas.
Aquellos duros y valerosos guerrilleros vestían un abrigo largo sin mangas, fabricado de siete capas del mejor cuero para protegerse de las flechas del enemigo (de ahí el sobrenombre de cuera). Portaban lanza larga, arco y flechas, espada ancha, daga y rodela. Además, contaban con varios caballos y un mulo pues era muy habitual que en sus largas caminadas tuvieran que cambiar de montura para no reventar al animal.
El dominio de España sobre estos territorios duró nada menos que 300 años, hasta el siglo XVIIII. En la mayor parte de este tiempo se sucedieron los enfrentamientos con las tribus, alternados con períodos de convivencia pacífica. En los últimos años los indios consintieron la dominación a cambio de que les protegieran de las incursiones de otras tribus expulsadas del norte.
Los Dragones de cuera vivieron en un mundo hostil, en constante lucha, en condiciones muy duras pero gracias a ellos, a su dedicación y sacrificio la semilla de la cultura española alcanzó una de las esquinas más recónditas del mundo.
En Sonora (México), hoy día siguen cabalgando jinetes con una indumentaria similar a la de los Dragones de cuera.
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