Cuando miramos la Luna, creemos reconocer en ella el rostro de una mujer; ojos, nariz y boca. Aparte de la imaginación, en este reconocimiento juegan un papel importante los abundantes cráteres que se encuentran en ella.
Durante siglos, los científicos se han preguntado por el origen de estos cráteres. Si en un primer momento se aceptó la teoría de que eran respiraderos de volcanes ya extintos, hoy en día sabemos que se deben a los impactos de meteoritos que chocaron contra ella a gran velocidad durante su periodo de formación (la Luna crecía constantemente porque su gravedad atraía los residuos que se encontraban flotando a su alrededor).
La mayor parte de los cráteres se formaron entre hace aproximadamente 4.600 a 3.800 millones años. Casi en su totalidad son circulares y forman un anillo montañoso a su alrededor. Su tamaño oscila desde unos centímetros hasta 260 kilómetros.
En la Tierra la mayor parte de estos cráteres se han borrado por la acción de la erosión (viento, lluvia…). Sin embargo, en la Luna continúan existiendo porque no hay atmosfera alguna que genere elementos que los erosionen.
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