Es vox pópuli que Carlos II, el último de la casa de los Austrias, era conocido como el Hechizado. Pero ¿por qué?
Desde su nacimiento fue un ser enfermizo. Padeció el Síndrome de Klinefelter, enfermedad genética que consiste en una alteración cromosómica: tenía un cromosoma X supernumerario. Debido a dicha enfermedad sufrió de infertilidad (producía líquido prostático, pero no espermático), disfunción testicular y retraso mental. No pudo sostenerse en pie hasta los 6 años, no aprendió a leer hasta los 10 años y no consiguió nunca escribir con corrección.
Además, sufrió de raquitismo, infecciones respiratorias, sarampión, varicela, rubeola, viruela y hasta los 15 años epilepsia. Presentaba también infecciones urinarias, cólicos renales y hematurias.
Se casó por primera vez con María Luisa de Orleans, pero nunca llegó a consumar el matrimonio, por padecer eyaculación precoz. Su segundo matrimonio fue con Mariana de Neoburgo. Sin embargo, la descendencia no llegaba.
Carlos II comienza a pensar que es un hechizo el que le impide engendrar. Por este motivo en 1698 ordena al inquisidor general la investigación del tema. De dicha investigación se llegó a ala conclusión de que:
«Se lo habían dado en una taza de chocolate el 3 de abril de 1675, en la que habían disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle el gobierno; entrañas para quitarle la salud y riñones para corromperle el semen e impedir la generación».
Obviamente, se procedió de inmediato a su exorcismo con diversos brebajes. Todo ello provocó que empeorase su ya maltrecha salud. Murió el día l de noviembre de 1700.
Curioso es su parte de autopsia. En él se dice:
“No tenía el cadáver ni una gota de sangre; el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones, corroídos; los intestinos, putrefactos y gangrenados; un solo testículo, negro como el carbón, y la cabeza llena de agua”.
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