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Elegía a Ramón Sijé

pluma estilográfica

No siempre es fácil de entender pero, cuando se hace, te sorprende, te fascina, hace latir tu corazón más fuerte y desearías haber nacido con ese don con el que nace el poeta. Porque no hay mayor belleza compartida que el uso de las palabras para expresar todo lo que uno siente, desea, odia, desprecia, quiere, y no hay una forma más difícil que el de la poesía. Este arte requiere no sólo creatividad y corazón, también es necesario un gran conocimiento del idioma y de la técnica.

Miguel Hernández era un chaval de clase humilde, un cabrero, al que su padre no quería dejar estudiar para que continuase al cuidado de sus cabras. Su amor por la literatura y su deseo de expresar todo lo que anidaba en su corazón, mente, alma, le llevó a leer sin cesar, a instruirse a sí mismo y a alcanzar una cota poética digna de los más grandes.

Cuando su amigo, su gran amigo de la infancia murió, Miguel Hernández vertió sus lágrimas en cada uno de los versos que le dedicó. Murió en una cárcel preso por sus ideas un día como hoy.

ELEGIA A RAMÓN SIJÉ

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

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