Este es el nombre que los estudiantes salmantinos dieron allá por el siglo XVI al sacerdote encargado de conducir a las prostitutas fuera de la ciudad durante la cuaresma y a traerlas de vuelta al final de este periodo.
El motivo del exilio de las meretrices lo encontramos en la visita que el joven Felipe II hace a la ciudad con motivo de su casamiento. Felipe, rey recto y tremendamente religioso, queda perplejo al contemplar cómo en esta sobria y señorial capital se unen en armonía el saber, la luminaria del cristianismo europeo, el dogma y la palabra, y al mismo tiempo el ocio y la diversión sin límites ni miramientos. Es por ello por lo que promulga un edicto en el que se ordena que durante la cuaresma y la pasión la prohibición de comer carne se haga extensible a todos los sentidos. Para evitar posibles tentaciones obliga a las prostitutas a abandonar la ciudad e instalarse a la otra orilla del río Tormes.
Obviamente, tras mes y medio de abstinencia, el lunes siguiente al lunes de Pascua, los estudiantes organizaban fiesta y salían a buscarlas y recibirlas con algarabía. A este lunes se le conoce como el Lunes de Aguas y se ha convertido en una fiesta en la que los salmantinos salen a comer al campo con la familia el típico hornazo de la tierra.
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